jueves, 10 de marzo de 2011

La memoria

Es curioso cómo funciona la memoria. Recuerdo haber oido personas que hablaban sobre la vida hace más de sesenta años y algunos contaban cómo se vivía sin luz eléctrica, con velas o candiles o el aspecto que tenía el barrio de Nervión, en el que, quitando el templete de la Cruz del Campo y algunas casas e iglesias, el resto era campo. A medida que iba escuchando estas histórias, me imaginaba que no haría mucho que los Tyranosaurus Rex andaban cazando por esas llanuras. Qué época más limitada, pensaba, les ha tocado vivir a estas personas, cuánto se han perdido, debían estar aburridísimos. Yo consideraba, ya entonces, mi infancia, como llena de estímulos, ya fuera en el colegio (algunas de aquellas personas no sabían ni leer ni escribir), en casa, en la calle... Televisión, vídeo, libros, cómics, videojuegos, cine, comida rápida...


 No hace demasiado, hablando con una prima mía que debe tener en torno a 12 años, salió la conversación sobre cómo eran los primeros ordenadores que yo usé. La cara de mi prima al escuchar mi relato debía ser un calco de la que yo tenía al escuchar a aquellas personas. Parecía que le hablaba de candiles y velas cuando le contaba que la pantalla era verde sobre negro, el sistema operativo MS-DOS y los disquettes de cinco un cuarto. Que se enseñaba lo que era Hardware y lo que era Software y mediante comandos hacíamos un círculo o una figura geométrica por supuesto en dos dimensiones. No entendío que nos hiciera gracia que cuándo nos explicaban la memoria ROM y la RAM, nos reíamos porque era la marca de la leche con la que desayunábamos.

 Es curioso cómo funciona la memoria.

No puede llamarse añoranza, pues no la viví, pero conforme cumplo años va creciendo en mi la sensación de que haber vivido aquella vida de campos, sin luz eléctrica, sin ordenadores... quizás no hubiese estado tan mal como pensaba cuando la oía de boca de sus protagonistas. Pienso que, como mínimo, me hubiese enseñado a valorar más ciertas cosas que hoy son cotidianas como una comida caliente, una vestimenta o el dinero para ir de compras.

 Sin embargo, sería un necio si desdeñase mi contexto actual. Lo menos que sería es una persona frustrada. Además, adáptate o retírate. Para influir en algo o en alguien, debes al menos conocer su lenguaje. Resultan innegables muchos de los logros que se han alcanzado actualmente, no hay más que ver las posibilidades que se nos ofrecen sin movernos de la silla. Aprovechar estas herramientas par ayudar a las personas a comunicarse entre sí, y más todavía, para educar a las nueva generaciones es un recurso que no podemos dejar pasar.


 Aún así no puedo evitar preguntarme en relación con la memoria, que si un video (no Beta, sino VHS) duró en mi casa casi 15 años (eso si, con alguna reparación) y hoy en día, en Japón, por ejemplo están tirando a la basura teléfonos con 30 veces más capacidad que mi primer ordenador que se renuevan casi cada mes, ¿Cómo será la memoria dentro de 15 años por poner un ejemplo? La de la tecnología, por supuesto, habrá evolucionado exponencialmente y albergará cantidades insondables de información, pero... ¿y la de las personas? 

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